07.11.2021
Siete coches míticos de la década de los ‘50

Los años ‘50 fueron, para el mundo occidental, una época de renacimiento en lo que respecta a la industria de automoción. Impulsores del motor productivo en una Europa asolada por la II Guerra Mundial y creadores de bonanza para los EEUU, que no vio combate dentro de sus fronteras.
Este aumento en la capacidad fabril permitió que los vehículos se redujeran en precio y que cada vez fueran más casas las que pudieron optar a tener uno propio, además, al otro lado del Atlántico, la planificación urbanística y la creación de los suburbios en todo EEUU hizo que prácticamente fuera inevitable tener que comprar uno.
Aquí es cuando las tendencias en la construcción de los vehículos entre América y Europa comienza a diferenciarse claramente, con modelos adaptados a las circunstancias de cada región: los bajos precios de la gasolina en EEUU y las largas carreteras permitieron enfocarse en vehículos pesados, llenos de cromo y con enormes motores V8; mientras que en el Viejo Continente, estos eran ligeros, maniobrables y asequibles para la población depauperada por el enfrentamiento bélico.
Finalmente, el auge de la competición durante esta década permitió a los constructores acercar al público que se lo pudiera permitir los últimos avances en tecnología de carreras, ya fuera el uso de aleaciones más ligeras, diseños más aerodinámicos, propulsores más potentes y frenos más grandes.
Gran parte de estos vehículos clásicos han entrado en el imaginario colectivo gracias a la facilidad de crear películas —los años ‘50 tuvieron, además, un boom en popularidad en la década de los ‘80, como quedó de manifiesto con el musical Grease— y muchos, hoy, son cotizadas piezas de coleccionismo para los amantes de la historia del automóvil.
Mercedes-Benz 300SL
Es imposible comenzar una lista de los años ‘50 con el que fue el primer supercar de la historia. Cuando se presentó en 1954, su diseño largo, ancho y bajo, junto con un motor de 3.0 litros, seis cilindros y 215 CV —que se convertiría en una de las joyas de la marca de la estrella—, junto con su precio por el que un comprador podría adquirir una casa impresionante, harían que el 300SL fuera uno de los coches clásicos más adorados del mundo.
Por supuesto, gran parte de lo que le concedió este estatus de icono fue, precisamente, la característica que le granjeó el apodo afectivo de “ala de gaviota”, dado que sus puertas se abrían de manera vertical. Esta característica ha sido imitada desde entonces en los vehículos deportivos de lujo —recientemente, en 2010, Mercedes le hizo un guiño a su historia con el SLS AMG— y ha pasado a reconocerse inmediatamente como señal de exclusividad.
Su pedigrí deportivo era innegable, pues se basó en el W194 con el que el fabricante dominaba las 24 Horas de Le Mans desde 1952 y se convirtió en el coche de producción más rápido del mundo, con una velocidad máxima de 250 km/h.
BMW 507 Series I
Si bien Mercedes se hizo con el trono de coches de altas prestaciones, BMW no se quedó atrás con los descapotables de lujo. El antecesor histórico de los Z3 y Z4 del siglo XXI, el 507 era un pequeño roadster que albergaba un poderoso motor V8 que entregaba 150 CV y una velocidad máxima de 220 km/h. Este motor, además, fue uno de los primeros en crearse en la fábrica con una aleación ligera de aluminio, poniendo de manifiesto la capacidad técnica que siempre ha caracterizado a la marca bávara.
El 507, sin embargo, no se vendió mucho por su elevado precio —9.000 dólares en 1955, lo que se correspondería a unos 92.000 actuales— y solo se fabricaron 252 unidades en los tres años que estuvo en producción, aunque su genética de diseño permanecería por siempre en el ADN de la marca. Uno de los propietarios más famosos de uno de estos coches fue Elvis Presley, cuyo coche salió a subasta recientemente y fue comprado por dos millones de euros.
Chevrolet Corvette
Los años ‘50 fueron la introducción del primer Corvette, un coche deportivo que definiría lo que son las altas prestaciones en Estados Unidos. Nuestro favorito es la versión de 1956, que se introdujo con la ya clásica pintura bicolor roja y blanca.
Su motor era un poderoso V8 de 240 CV que le brindó éxitos en la carrera de resistencia de 12 horas de Sebring en 1956. Además, esta década fue el comienzo de la rivalidad entre los dos continentes, pues el Corvette le plantó cara al Mercedes 300SL en la clase de producción C, haciéndose con el título. Uno de sus pilotos, Dick Thompson, afirmó que habría ganado también la Pebble Beach National Road Races, pero en la última vuelta le fallaron los frenos y tuvo que retirarse.
Ford Thunderbird
La respuesta del óvalo azul al Corvette, el Thunderbird se trató del primer descapotable GT de Ford. Se introdujo en 1955 —tres años después del Chevrolet—, mezclando comportamiento deportivo con un estilo inconfundiblemente norteamericano y solo en su primer año de producción, se vendieron 16.155 unidades, 6.000 más de lo planeado originalmente.
Su motor era, por supuesto, un V8 que Ford usaba en otros modelos, que entregaba 195 CV de potencia y fue el responsable de iniciar la época de los coches deportivos para la marca, que acabaría transformándose en la primera que vencería a las europeas en su propio terreno, las 24 Horas de Le Mans, con el Ford GT, una década más tarde.
Porsche 356A Speedster
Un coche lamentablemente conocido por ser el que James Dean condujo en su accidente fatal, el 356A mostró que no es necesario tener muchos caballos para ser un deportivo muy capaz. Su pequeño motor de 1.6 litros refrigerado por aire entregaba 60 CV, suficientes para alcanzar los 160 km/h.
Sin embargo, el Speedster fue el coche que demostró la fórmula ganadora para la marca de Stuttgart: un propulsor en el eje trasero, poco peso, buena maniobrabilidad y un precio que, si bien mayor al de los modelos de mayor volumen, seguía estando considerablemente por debajo de sus rivales alemanes. En 1956, cuando se introdujo, se vendía en EEUU por 3.000 dólares, tres veces menos que el BMW 507.
Aston Martin DB4
El predecesor del coche de James Bond más famoso, el DB5, fue un automóvil que marcaría el destino para Aston Martin desde 1958, cuando se introdujo el DB4. Sus siglas son las iniciales de David Brown, el empresario que compró la marca en 1948 para iniciar el legado del lujo inglés con coches elegantes y potentes.
En este caso, el motor se trataba de un seis cilindros de 3.7 litros que entregaba 266 CV y alcanzaba una velocidad máxima de 225 km/h. Desde entonces, la compañía ha mantenido, de un modo u otro, las señas de identidad, como la forma de la parrilla, el color plateado o los interiores exquisitos.
Seat 600
No podíamos finalizar esta lista sin un icono legendario de la automoción española, el Seat 600. Introducido al mercado en 1957 bajo licencia de Fiat sobre su modelo 600 diseñado por Dante Giacosa, con un precio de 65.000 pesetas —el equivalente a unos 19.000 euros actuales—. Para muchas familias de clase media, el 600 fue su primera entrada en el mundo de la automoción.
Su característica silueta es admirada por casi todos los españoles que tuvieron acceso a uno —existen monumentos dedicados a él, por ejemplo en Fuengirola, Granada o Jaén—, y que suelen mirar con ojos tiernos llenos de nostalgia, que borran de la memoria los problemas de refrigeración o su escasa potencia (21 CV).
El 600 se volvió muy popular y de la planta de Zona Franca (Barcelona) salieron un total de 799.419 unidades en sus 16 años de producción. La llegada de otros modelos, como el Renault 5, hicieron que sus ventas cedieran terreno, llegando a ser superado por el francés, lo que acabó con su sustitución por el Seat 127.
Encontrar estos coches en heycar te va a ser imposible, pues toda nuestra oferta tiene un límite de ocho años de antigüedad y 150.000 km. Sin embargo, casi todos los que veas anunciados en nuestra página han bebido de las fuentes del diseño y la ingeniería que supusieron los vehículos de la lista y que convirtieron a la década de los ‘50 en uno de los periodos más especiales para los coches clásicos.