27.06.2021
Coches míticos: década de los 20

Los años 20 fueron una década que vio los avances técnicos del automóvil que perduraron hasta el día de hoy. Algunos ejemplos son la tracción delantera, la tracción total, los coches eléctricos y los híbridos.
A principios de siglo, los coches eran muy básicos y no tardaron en equipar una capota y calefacción para mejorar la comodidad de los pasajeros. Sin embargo, llegados los 20, los saltos de estilo, velocidad, comodidad y seguridad habían llegado a pasos de gigante.
Fue la primera vez que se introdujeron los frenos a las cuatro ruedas, el cristal antiesquirlas y un modelo asequible para la mayoría de las familias, con el Ford Model T. Esto supuso una revolución en la industria estadounidense: los coches usaban el 90% del petróleo producido en el continente, el 80% del caucho y el 75% del vidrio. Permitió el nacimiento de marcas como Chrysler, Packard, Willy-Overland (la marca que originó el Jeep) o Studebaker.
Sin embargo, los modelos verdaderamente deseables, los que usaban los grandes empresarios y las estrellas de Hollywood, seguían siendo los que provenían de marcas del Viejo Continente, que incluso han llegado al día de hoy: Mercedes-Benz, Rolls Royce, Bugatti o Bentley.
En este artículo, hemos recopilado 6 coches clásicos de la década que, hace 100 años eran tan atractivos como lo son hoy en día.
Bentley 3-Litre
El coche ganador de las 24 Horas de Le Mans en 1924 y 1927, fue la respuesta del fundador de la legendaria marca británica, Walter Owen Bentley, a su búsqueda de crear “un coche rápido y bueno, el mejor de su clase”. El 3-Litre, llamado así por el tamaño de su motor (algo poco frecuente en los años 20, cuando abundaban propulsores el doble de grandes).
Una de las curiosidades de la industria automovilística de esta época –al menos en las marcas premium– es que los fabricantes entregaban el chasis, motor, suspensiones y transmisión a sus clientes (este, en concreto, por un precio de 1.100 libras), y estos acudían a carroceros para personalizar sus vehículos. El 3-Litre estuvo en producción hasta 1929, cuando fue sustituido por el 4½ Litre, otro automóvil antiguo de leyenda.
Bugatti Type 41
Ettore Bugatti era una personalidad explosiva que llamó al Bentley anterior “el camión más rápido del mundo”. Sus creaciones, así como hoy en día, supusieron revoluciones en lo que podía ofrecer un automóvil. En 1927 presentó el Type 41, también llamado Royale.
Este vehículo nació después de que un proyecto para crear motores V16 para las fuerzas aéreas francesas se viera truncado. El ingeniero italiano decidió usar medio motor, un ocho cilindros en línea de 12.8 litros para propulsar lo que entonces era el automóvil más grande y lujoso del mundo, capaz de alcanzar hasta las 3,5 toneladas de peso.
Solo se construyeron siete de este modelo, incluyendo un prototipo, pues su precio, 30.000 dólares de la época (unos 468.000 actuales), era demasiado elevado para las casas reales e imperiales que Bugatti había previsto como clientes. Pretendían fabricar 25 de estos modelos, pero solo tuvieron un año para hacerlo antes de la Gran Depresión.
Mercedes-Benz SSK
Durante cuatro años, Mercedes-Benz construyó un pequeño roadster que marcó un antes y un después en el mundo de la automoción. Uno de los mejores coches antiguos que existen, el SSK (Super Sport Kurtz – superdeportivo corto, en alemán), que se trataba de una versión de batalla corta del Model S producido en 1927.
El SSK se trataba del coche más rápido del mundo en el momento, con una velocidad máxima de 200 kilómetros por hora gracias a su motor de seil cilindros en línea de 7.1 litros. Esta fórmula de seis en línea con cilindradas altas ha sido una fórmula de éxito que el fabricante alemán ha mantenido hasta la fecha.
A pesar de su impresionante pedigrí, apenas se construyeron 40 unidades de este modelo, y prácticamente la mitad fueron dedicados a la competición, en donde se estrellaron. Hoy, se estima que solo quedan cinco unidades como mucho y la más reciente se vendió por más de siete millones de euros en una subasta.
Hispano-Suiza H6
Puede que el nombre no te suene, pero la marca española era un peso pesado en la década de los 20 en los vehículos de lujo. De hecho, para las personas más afluentes, eclipsaba incluso a Rolls-Royce durante esa década.
Introducido en el Salón del Automóvil de París en 1919, el H6 contaba con un motor de aluminio de 6.6 litros (en 1922 fue sustituido por uno de 8.0 litros), y fue el primer coche de la historia que contó con servofrenos en las cuatro ruedas. En total, se estima que se crearon unos 2.350 H6 hasta que terminó su producción en 1933.
Rolls-Royce Phantom
El Phantom se convirtió en el modelo de éxito definitivo para Rolls-Royce en la década de los años 20. Tanto es así, que hoy, casi 100 años después de su introducción siguen usando el nombre para su sedán insignia, rindiendo homenaje a su tradición.
Su mejora sustancial frente a su antecesor, el Silver Ghost, fue la introducción de válvulas sobre los pistones –en vez de al lateral de la cámara de combustión–. Su motor, un poderoso seis cilindros en línea de 7.7 litros de cilindrada, era una herencia de sus orígenes aeronáuticos.
Como era habitual en la época y el segmento, solo la parte mecánica era suministrada por la fábrica de Derby (o de Springfield en EEUU), y los clientes tenían que elegir un carrocero para terminar de personalizar el coche a su gusto. El más utilizado en Estados Unidos era Brewster & Co, propiedad del propio Rolls-Royce.
Ford Model T
Ningún listado de coches clásicos estaría completo sin el Ford Model T. Aunque este legendario vehículo fue introducido en 1908, se convirtió en uno de los símbolos de los 20, pues se volvió el primero que “democratizó el transporte”. En 1927, comprar un Model T suponía 360 dólares, lo equivalente a cuatro meses de salario medio.
El Ford se convirtió en un éxito rotundo de ventas, acumulando más de 15 millones de unidades en los 20 años que estuvo en producción. Había coches más deseables y más rápidos, pero ninguno supuso la introducción de las líneas de montaje móviles que hoy se aplican en prácticamente todas las fábricas del mundo.
Para Henry Ford, sin embargo, el Model T casi supuso el fin de su imperio, pues pensó que había dado con la fórmula definitiva y que el público no querría cambiar de coche ni usarlo como símbolo de estatus. A mediados de la década, unas 9.000 unidades salían de las líneas de montaje de la fábrica de Michigan. Este volumen supuso que la mitad de los vehículos del mundo, entonces, eran Ford.
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